jueves, 3 de marzo de 2011

Flores Con Aroma a Genital

La presentación de Mauricio Flores en el reciente festival de Viña del Mar, ha conseguido revivir a las voces que fustigan la inclusión de cómicos en algunas de las jornadas de ese certamen. El argumento de tales detractores no varía: el humor hace tiempo que no representa ningún aporte, reduciéndose las actuaciones a una amalgama de chistes repetidos, dichos con un lenguaje cada vez más coprolálico, esto último con el propósito de cautivar a una audiencia cada año más difícil, aunque no más exigente. En realidad, cabría preguntarles a esos críticos qué entienden por el manoseado "aporte"; y luego, si por el término se entiende el significado que suele entregarle el sentido común -que estos señores airados comprenden sólo a medias-, examinar la programación del mentado festival y desafiarlos a descubrir alguna contribución siquiera rescatable, entre el marasmo de seudo artistas que se paran en la Quinta Vergara cada mes de febrero.

Pero dejemos de lado esas conjeturas y centrémonos en la actuación de la discordia. Se ha aseverado que Mauricio Flores se comportó de manera tan vulgar y grosera porque por su intervención refleja su trabajo cotidiano al mando de una compañía de revistas, ese espectáculo "para adultos" que pretende emular a los cabaretes de lujo de la Europa inmediatamente anterior a la Segunda Guerra Mundial, exponiendo a mujeres atractivas, jóvenes y ligeras de ropa (que responden al calificativo de "vedetes", el cual no quiero emplear aquí, pues los pedazos de carne que ofrece Flores distan bastante de la definición del concepto), y representando sainetes que intentan transformar al mundo en una cloaca sexual. Una conclusión algo contradictoria, tomando en cuenta que conspicuos analistas de eventos artísticos, incluso los que ahora se presentan como sus detractores, han valorado este género diciendo que se trata de una opción respetable. Y hasta cierto punto lo es, si se considera que los practicantes más clásicos de este tipo de humor han sido capaces de esbozar un retrato para nada desdeñable de la realidad política y social que los circunda. Pero aún más: a los viejos tercios de la revista -Nino Valdés, Daniel Vilches, Eduardo Thompson, Guillermo Bruce, Jorge Franco, Tatiana Merino, Chicho Azúa, Pepe Tapia- se los ha tildado de "los reyes del humor blanco", un concepto que alude a toda aquella causa de carcajada que no recurre a la mirada por debajo del ombligo. Lo cual se derrumba con sólo observar por algún momento una de sus rutinas.

Entonces, ¿a qué se alude con la mencionada frase "humor blanco"? Pues a ninguna cosa que se aparte del ingenio y la buena calidad. Donde los chistes, aunque mencionen la entrepierna en más de una ocasión, muestran un contenido, que hace de esas alusiones sólo uno de los tantos medios para llegar al fin. En cambio, el esperpento de Flores es una versión chabacana y mediocre de los espectáculos de revistas. Estoy seguro de que si en lugar de este vómito de borrachos, se hubiese contratado al citado Vilches o a Ernesto Belloni, con todo lo coprolálicos que incluso podrían llegar a ser, empero no generarían tal nivel de vergüenza. En cambio, el otro sujeto lo único que hace es perjudicar la imagen de este estilo de comedia. Que es una forma de provocar sonrisas que proviene del vodevil y del music-hall, desde donde también emergieron genios como Charles Chaplin. Pero a la que ahora se le está colocando un mote que la denosta y la perjudica.

El humorismo conoce infinitas formas de expresión y cada una de ellas es muy valedera si se realiza con responsabilidad artística y persiguiendo un afán en pro de la calidad. Mauricio Flores no pertenece a ese grupo, o por lo menos no demostró lo contrario en el festival. Por lo demás, se trata de un comediante moldeado en la televisión, que sólo en el último tiempo se ha acercado a la revista para diversificar sus actividades. Es él y no el estilo de comedia que de manera tan decepcionante practica, lo que ha quedado en entredicho.

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