miércoles, 12 de enero de 2011

Secuestrado Por Los Esbirros de Freud

Un hecho lamentable ocurrió en una casa particular de la comuna de Providencia. Allí, un hombre de aproximadamente cincuenta años, armado con un miserable revólver, se atrincheró con el fin de protegerse de un anillo de seguridad formado por un contigente de fuerzas especiales de carabineros, además de sus propios familiares y de los periodistas curiosos que nunca faltan. Querían sacarlo del domicilio, del cual es propietario, para encerrarlo, no en una cárcel, pues no había cometido delito alguno, sino a un manicomio, porque unos sicólogos decidieron diagnosticarle esquizofrenia, o cualquiera de esas supuestas enfermedades de nombre rimbombante y significado amplio con las cuales dichos personajes pretenden pasar por médicos. El varón, de manera encomiable, mantuvo su dignidad cuanto pudo; pero al final se vio obligado a entregarse, ya que las vacas sagradas de blanco parece que tienen hasta la ley de su lado, al punto que si continuaba resistiendo ponía en riesgo la vida.

De acuerdo con las normas elementales del Estado de derecho, los únicos que están facultados para retener a alguien contra su voluntad son los jueces y los policías, siempre que el sujeto afectado haya cometido algún delito estipulado en la legislación. Y dicha acción se lleva a cabo mediante un procedimiento detallado de manera minuciosa y que se rige por normas muy específicas. El que además se le comunica a cada rato al afectado, que puede exigir explicaciones cuando así lo estime conveniente, y disponer de un abogado, facilitado por los mismos acusadores si él, por diversas causas, no es capaz de conseguirlo. Y si los responsables de su situación estiman que es necesario recluirlo, eso debe hacerse en un recinto destinado para estos incidentes, como una cárcel, o en su defecto, optar por el arresto domiciliario, el arraigo e incluso la mantención del sujeto en un hospital siquiátrico. Sin embargo, es menester que todo pase por un juez y un tribunal imparciales. Cualquier otra cosa se denomina secuestro, y es catalogado a su vez como un delito. Aunque los malhechores se justifiquen aseverando que es un paciente que requiere atención y que lo suyo es verdad científica (si bien en rigor estamos hablando de una seudociencia)

Resulta sorprendente, mejor dicho indignante, constatar que un colectivo de gamberros, sólo porque acuñan nombres de supuestas patologías, definidas de una manera igualmente exótica e inverosímil, luego se atribuye la potestad de raptar a un ciudadano de a pie e internarlo en sus propios establecimientos, donde imperan códigos establecidos por ellos mismos, sin la posibilidad siquiera de solicitar un debate. En términos simples, que repitan conductas que en el pasado fueron practicadas por infames organismos de seguridad como la tristemente célebre DINA. Y lo peor, que la población no reclame por estas anomalías. Pues, ¿quién garantiza que este hombre, ya encerrado y de seguro amarrado dentro del manicomio, un hecho que de por sí ya es irregular, no siga sufriendo atropellos a sus derechos humanos? Cabe recordar que en esos recintos, con el propósito de "calmar" a los exaltados -que en muchas ocasiones, en realidad sólo piden que se les explique por qué están allí-, se les suministran drogas contra su voluntad, lo que ya constituye una forma de tortura. Después, los seudo doctores se reservan la entrega de información acerca de los métodos que utilizan, pues los legos nunca los entenderían. Y ni hablar de cuestionarlos: a la primera ocasión en que uno les levanta la voz, de inmediato lo tachan de ignorante; y si se osa en insistirles, lo meten también al calabozo. Todo porque el pobre tipo no se tomó los fármacos a la hora designada. ¿Acaso estamos hablando de una falta legal?

Según lo que se comunicó a través de los medios de comunicación, el problema se habría originado en una disputa por la herencia, que el varón de marras mantiene con su hermano. Vaya el poco escrúpulo que tienen estos sátrapas, que corren a auxiliar al poderoso y hundir aún más al desposeído, cuando se trata de ganar unos centavos más. Retienen a un desamparado por tiempo indefinido, sin darle respuestas a nadie, y dejan a raya a su víctima gracias a las jeringas y las píldoras, que contienen sustancias aún más peligrosas que la marihuana o el opio, pero que cuenta con la autorización oficial. Ya viene siendo el momento de impedir que nos continúen metiendo el dedo en la boca, y asimismo de darles la pelea, que su "verdad científica", es el equivalente a la recta doctrina y la correcta moral católica, que en el pasado se imponía mediante la inquisición y la hoguera, o a la "salvación del comunismo", que permitió la represión y las desapariciones que hasta hoy lamentamos. No permitamos que una vez más, personajes oscuros se posen sobre nuestras cabezas y nos indiquen para dónde debemos marchar, so pena de acabar encerrado en una prisión informal.

1 comentario:

Javier dijo...

"parece que nadie se atreve a desafiar a los practicantes de esa seudociencia creada por Sigmund Freud". Freud NO creó la psicología.