miércoles, 5 de agosto de 2009

Niños Víctimas y Niños Que Delinquen

El fin de semana pasado, aconteció un nuevo caso de violación y asesinato de una niña; esta vez, de una muchacha de Valparaíso. Curiosa coincidencia, este crimen horrible coincide con una serie de hechos delictuales en los cuales se han visto involucrados menores de edad, siendo el más bullado de todos, el de un chico de diez años, con dieciséis detenciones en el cuerpo, que fue apresado y, a las pocas horas, rescatado por unos amigos de juerga. Como forma de prevenir que pueda volver a escaparse, ciertos políticos repiten el manido eslogan de la " mano dura" y piden que los autores de ataques que causan mayor preocupación en la población, sean todos, independiente de su edad, juzgados y condenados como adultos. Para el acaecimiento que encabeza este artículo, donde, es interesante reclacarlo, un niño es la víctima, llaman a que se restituya la pena de muerte.

Quién sabe, si los que hablan con tanta vehemencia, busquen dar una imagen de cierta consecuencia -cuestión de la cual carecen casi todas nuestras autoridades-, u ocultan un determinado arrepentimiento, al darse cuenta, con el caso de Valparaíso, que estaban calificando en general a los menores como peligrosos, sin hacer distinción entre las diversas realidades. Pero veámoslas cada una en su especial particularidad. Partamos por el ladronzuelo, que, aunque por ley su identidad no ha sido revelada, se le pretende marcar de por vida con un apodo: Cisarro, que por sí solo ya tiene tono de malas calles; además de esconder una burla a un defecto lingüístico del chaval, quien es incapaz de pronunciar la palabra "cigarro" ( de paso se lo tacha de fumador y por extensión, de drogadicto). Me imagino cuánto habrá sufrido cuando sus pares o algún familiar cercano lo llamó reiteradas veces con ese sobrenombre, que a todas luces tiene una intencionalidad despectiva. Bueno: como ya ha sido señalado, acumula dieciséis detenciones. Sin embargo, al desmenuzarlas, nos encontramos conque al menos siete de ellas, o sea casi la mitad, son por protección. En la práctica, esto significa que si un policía ve a un niño que parece no estar pasándola bien, tiene el deber de apartarlo de su entorno y para eso la ley lo faculta para apresarlo y enviarlo a un calabozo, y de ahí a un centro especializado, que sólo tiene de especial el hecho de estar sobrepoblado de otros adolescente que tienen mayor edad que él, y que ya han participado en delitos, cuestión que el recién llegado tal vez siquiera conoce. Entonces, algunos lo hostigan por lo que ellos creen es acometer una torpeza, y por el contrario, los demás le brindan una real seguridad. Y quienes lo han acogido, ya libres, lo usarán para efectuar atracos, con lo cual han graduado a un nuevo pilluelo. Un resabio de la detención por sospecha que aún existe en nuestra legislación, y en el cual muy pocos han reparado. Y que repliega a los afectados a esos verdaderos depósitos que son los centros de observación y diagnóstico de menores.

Ahora, este problema y el del homicidio de la pequeñita porteña, reflejan cuál es la situación de los niños en Chile: sujetos sin derechos, que poco le importan a los que hoy rasgan vestiduras y exigen un trato aún más represivo del que hay hacia la delincuencia. Los menores de edad no tienen derecho a voto, producto de lo cual no pueden ser considerados ciudadanos. Tampoco tienen valor comercial, pues a fin de cuentas, los juguetes y los regalos los compran sus padres. El responsable del crimen de Valparaíso, ya contaba con antecedentes por abusos sexuales contra menores. Pero prácticamente nunca ingresó a la cárcel, pues este tipo de aberraciones aún son tratadas con guante blanco en la justicia. Como contrapartida, Chile sigue siendo top cinco en dos tópicos: el maltrato a los infantes y la cantidad de reos respecto a la población. Cuando pasan tales situaciones, no falta tampoco el baboso que insiste en clisés como la unidad de la familia: es decir, permanecer debajo de la autoridad adulta. ¿ Pero cómo esperan que alguien que sólo ha conocido adultos violentos, acepte de buenas a primeras a quien presenta una figura similar?

Ahora, cuando los niños nos inquietan, ¿ es cuerdo sacarlos de encima con el encierro? Hace unos días, el conservador y engordado estado norteamericano de Utah, nos entregó una de esas noticias que, por lo difíciles de creer, dan la vuelta al mundo: una patrulla y un helicóptero policiales persiguieron durante horas a un automóvil encargado por robo, que era conducido por el hijo de su propietario, de apenas siete años. Resulta que el mozalbete no quería ir a la iglesia y no halló nada mejor que, a mitad del sermón, abandonar la sesión de manera sigilosa, agarrar el vehículo de su padre y regresar a la tranquilidad del hogar, que dicho sea de paso, era una granja de varios quilómetros cuadrados. Si le pregunto a cualquier lector si ese chiquillo merece ir a la cárcel, desde luego me levantarían abruptamente las cejas y no sería necesario que me respondieran que no para darme por aludido. Pero tan categórica conclusión sólo es posible porque estamos en presencia de un grupo familiar de buena situación económica, y además, de seguro el templo era mormón, lo que para cualquier chileno católico, significaría que no sólo estaba aburrido, sino que asustado porque un ángel le advirtió que ésa era una herejía, cuando no una secta destructiva. Y sin embargo se puede aplicar la idea de la prevención al delito, porque en su loca carrera pudo haber atropellado a algún transeúnte. Si dicen que el dinero no hace la felicidad, parece que en algunos casos sí puede conseguir la libertad.

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