jueves, 22 de enero de 2009

La Naturaleza es la Creación

Con sorpresa y a la vez enorme satisfacción, me he enterado que las iglesias evangélicas acaban de firmar un acuerdo, ante diversos sectores de la sociedad, en el que se comprometen a expresar una mayor preocupación por el medio ambiente, exponiendo el tema en las prédicas callejeras y los sermones de púlpito, y llevando a cabo acciones concretas a fin de contrarrestar situaciones que favorezcan el daño ecológico, así como alentando obras que van en beneficio de las especies animales y vegetales. Una declaración que, es cierto, llega notoriamente tarde; pero que deja al descubierto algo que muchos, por diversos motivos, ni siquiera se atrevían a indagar: el cristianismo no es, en modo alguno, incompatible con los preceptos y valores que exigen la conservación de la naturaleza; muy por el contrario, dicha actitud es una muestra de respeto y fidelidad hacia Dios, quien creó este mundo para que lo disfrutemos. Una cuestión, en todo caso, ampliamente reconocida en la mesa ampliada de iglesias, si se considera que los pastores hasta pidieron perdón públicamente por la desidia que en este ítem los ha caracterizado tanto a ellos como al resto de los hermanos.

Más allá de los estereotipos propagados por los enemigos de las iglesias evangélicas y por quienes desconocen sus estructuras y su idiosincrasia, la despreocupación por el medio ambiente, tiene un trasfondo, aunque no le guste la palabra a algunos fieles, ideológico. Peor aún: es un prejuicio instaurado e incentivado por la ignorancia. Muchos hermanos confunden ecología con ecologismo, siendo esto último efectivamente, una propuesta de grupos religiosos y sincréticos compuesta por preceptos alejados y en varios casos opuestos al dogma cristiano; dichos movimientos, además, han actuado conscientes de estos puntos polémicos, por lo que también han promovido una aversión sectaria e intolerante hacia la doctrina de Jesús (Nueva Era, o New Age, es un caso clínico al respecto). Sin embargo, esto no guarda relación con la definición de ecología, que es una rama de la biología que se dedica al estudio de la naturaleza ( o de "la casa" ya que eso significa "ekos" en griego). Me pregunto si algún integrante de los grupúsculos de marras cuenta con una maestría en ecología o cuando menos con una licenciatura en biología, incluso, si saben una pizca de lo que están hablando. Lo dudo, porque las agrupaciones a las que pertenecen son tan víctimas del fanatismo como ese sujeto pedestre que todos los domingos asegura que el daño medioambiental es un invento de políticos tan extremadamente liberales como ateos e inmorales.

La mesa ampliada que tomó la decisión que ahora estoy comentando, dice que los templos sólo han sido objeto de enseñanza de dos elementos: el mensaje de salvación y, por la presión ejercida desde el catolicismo, los temas de moral sexual. Personalmente no lo creo así: en mi comunidad me ha tocado debatir acerca de muchos otros aspectos; y por último, para entender el Evangelio es necesario aprender los más diversos recovecos del conocimientos y del quehacer humanos, porque todo eso lleva, finalmente a " la verdad". Pero sí que existen consideraciones evadidas durante bastante tiempo y una de ellas es, justamente, el asunto de la conservación de la naturaleza. Cuando uno plantea su preocupación al respecto, la respuesta de los hermanos se bifurca de dos maneras: la primera, que es la más utilizada, consiste en mirar para el lado y decir " eso no me va a salvar" o " es algo que estás poniendo por delante de Dios"; la segunda, es el predicamento ya descrito en los párrafos anteriores: se trata de un tema puesto por las sectas erradas para confundir a las personas, y arrastrarlas a la perdición, no faltando quien acuda al adjetivo de satánico.

Por lo mismo, el tratamiento de esta cuestión, al menos en los momentos iniciales, no va a estar exento de dificultades. Muchos no hallarán por dónde empezar, y experimentarán en más de alguna ocasión el susto de quien se ve pisando un terreno desconocido. Sí, una Biblia en la mano hará disminuir las gotas de sudor, comenzando por eso del buen y confiable administrador que, dicho sea de paso, no se encuentra sólo en el Génesis. Recomiendo también aquello de " no pondrás bozal al buey que trilla" de Pablo y algunas lecciones del Levítico. También les pido a los pastores y evangelistas que le inculquen a los miembros de su congregación, a propósito de que nos hallamos en temporada de vacaciones, que arrojar basura al suelo o en plena carretera es una ofensa a la creación de Dios y por lo tanto un pecado. Algo que he visto hacer a muchos hermanos, incluso a los más espirituales. Ya sé que es casuística, pero si no tenemos nada, hay que empezar por algo.

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