domingo, 5 de octubre de 2014

Y Ahora Se Viene Hong Kong

Nuevamente una protesta masiva encabezada por jóvenes bien alimentados y de sectores medios altos que desafían a un gobierno autoritario de inclinaciones izquierdistas está llamando la atención de los principales medios de comunicación, que al igual que en casos anteriores, la cubren con esa simpatía frívola que mezcla admiración con prensa amarilla. Ahora es el turno de Hong Kong, donde todo lo que ocurra, aún lo más mínimo, provoca la atención de la comunidad internacional al tratarse del centro financiero y bursátil del Sudeste Asiático. Y los acontecimientos parecen seguir una pauta, algo comprobado hace unos días cuando el presidente de Estados Unidos expresó de modo público su solidaridad y apoyo a los manifestantes.

Devuelto a China en 1997, tras un siglo y medio de dominio inglés, a Hong Kong le fue creado el estatus de región administrativa especial, el mismo que su nueva metrópolis replicaría dos años más tarde cuando le fue regresado Macao, el otro enclave europeo, en ese caso portugués, que persistía en sus costas. Dicha condición, equivalente a una colonia, mantiene a estos dos territorios ligados pero a la vez políticamente separados del gigante asiático, lo que permite situaciones impensadas en aquél, como el derecho a la manifestación pública. Volviendo a la ex posesión británica, cabe señalar que los anglosajones manejaron a esa sociedad de una forma bastante autoritaria, con una férula sobre la organización sindical, un restringido acceso a las elecciones y una serie de normativas ambiguas respecto a la propiedad privada (se podían adquirir departamentos, pero el suelo era estatal). De hecho, los chinos, para asegurar el control de la población del modo que más les acomodaba, sólo tuvieron que dictar unas cuantas prohibiciones contra los medios de prensa. Y además prometieron comicios liberados para 2017, como una forma de mostrar que en términos de democracia eran más avanzados que los anglosajones. Votación que ha motivado las protestas que a diario se difunden por televisión, luego de enterarse que las autoridades de Pekín y del propio Hong Kong aplicarán censura previa a los aspirantes a candidatos.

La verdad es que ésta es otra de esas tantas manifestaciones con sabor a hamburguesa y Coca Cola, y simbolizada por un elemento, en este caso los paraguas, que se acerca más al afiche publicitario que al símbolo ideológico. Los jovenzuelos universitarios de Hong Kong salen a exigir "más democracia" ni siquiera racionalizando el significado de esa palabra (ni aún en su sentido más comercial y superficial, que es por el que finalmente se han decantado) armados de sus teléfonos móviles, usando la tecnología para aparentar progresismo y dejar en claro que son menos monstruos políticos impolutos que ciudadanos comunes y corrientes. Sin embargo, no pasan de ser griteríos y cánticos de porras faltos de contenido, destinados a no ir más allá que demostrar una supuesta reciedumbre contra un gobierno autoritario, que curiosamente tampoco el del agrado de las compañías televisivas y virtuales que informan a cada rato en clave positiva acerca de ellos. Si quieren ser vistos con un poco más de seriedad, entonces estos muchachos deberían plantear cuestiones concretas, como por ejemplo reclamar por los problemas de vivienda que existen en su colonia, donde familias completas a veces sobreviven ya no en departamentos, sino en auténticas jaulas o bodegas de menos de diez metros cuadrados. O expresar solidaridad con sus similares de Macao, que hace un mes organizaron sus propias protestas y fueron violentamente reprimidos... claro: allí no hay bolsas de comercio tan influyentes y los negocios más suculentos se reducen a los casinos y el turismo. Parece que tuvieran la convicción de que esto comienza y termina con ellos, pues al tratarse de jóvenes luminarias, como quienes han protagonizado incidentes parecidos en décadas pasadas, sienten que los demás habitantes tienen la obligación de secundarlos.

El problema es que esto replica lo acaecido en recientes hechos como la llamada primavera árabe, donde también movimientos amorfos sin ideología definida y repitiendo hasta lo banal la palabra democracia se lanzaron contra gobiernos de corte izquierdista, justamente la inclinación política que es vista como la engendradora de paradigmas complejos, para gusto de magnates occidentales que palparon en esta falta de definiciones una forma de transformar países en mercados propios, llenos de jóvenes con alto poder de consumo que sólo alegaban por libertades individuales que ni siquiera eran capaces de listar. Un vacío que acabó llenado por los extremistas musulmanes, quienes contaban con una organización que antecedía por varios años a las denominadas redes sociales. ¿Qué sucederá con los mozalbetes de Hong Kong? Quizá anhelan asaltar el cielo y pasar ellos a legislar como lo hicieron sus pares de la década de 1960, que al final se mimetizaron con los viejos y los terminaron reconociendo como sus maestros, en un proceso que dejó casi todas las cosas igual.

No hay comentarios: