domingo, 26 de octubre de 2014

Subvenciones: El Fin de La Fiesta

Como era de esperar, la aprobación de la reforma educacional en la cámara de diputados generó una reacción enérgica entre los sostenedores de colegios particulares subvencionados, así como de los sectores políticos que los apoyan, por el apartado que los obliga a transformar sus establecimientos en instituciones sin fines de lucro, en un afán de que los dineros que reciben -buena parte de ellos entregados por el Estado- sean destinados a mejorar las escuelas que tienen a cargo en lugar de desviados a actividades personales. Para el próximo trámite, la discusión en el Senado, se espera que estos grupos desplieguen una amplia gama de protestas, entre las cuales no deberían estar ausentes las marchas callejeras, en donde de seguro los dueños de estas instituciones convocarán a apoderados y alumnos, no sabemos si de forma voluntaria o mediante amenazas.

Antes que nada, es preciso recalcar que en la actualidad el total de la educación pública requiere una cirugía mayor, y eso necesariamente debe incluir a los colegios subvencionados, ya que reciben fondos públicos para su labor, sin los cuales por lo demás simplemente no existirían. Y si nos atenemos a los números que arroja este tipo de establecimientos, vemos que dejan bastante que desear. Para empezar, su tasa de logros no difiere demasiado de sus pares municipales: si ellos tienen un nivel del cuarenta y ocho por ciento, en los regentados alcanza el cincuenta y cinco por ciento. Diferencia casi insignificante que además no es producida por la totalidad de las escuelas subsidiadas, sino por conjunto específico que pertenece a alguna fundación o congregación religiosa. Lo cual tampoco es motivo de alegría -más bien todo lo contrario- pues este segmento se caracteriza por cobrar aranceles bastantes altos que ya alejan de sus aulas a ciertos estamentos sociales, fuera de que en muchos casos sólo permiten el ingreso de jóvenes que profesan el credo que ellos practican, aparte de que varios son segregados por género -principalmente femeninos- lo que impulsa a sus autoridades a impartir una enseñanza supeditada a los roles tradicionales que se le asignan a varones o mujeres.

La sola exposición de estos datos debiera ser suficiente para impulsar la iniciativa de acabar con la educación meramente lucrativa. El sistema de colegios subvencionados -que es preciso recordar abarca el total de la instrucción pública, pues los municipales cuentan con sus propios sostenedores, que son los alcaldes- ha demostrado ser un rotundo fracaso. Es inaceptable que personas que viven -en algunos casos de modo bastante holgado- con recursos estatales a la larga quieran mantener esa condición y sean incapaces de crear una alternativa viable, para colmo en un tema tan sensible para el desarrollo de un país como es la enseñanza. Se trata simplemente aplicar la ecuación lógica de trabajo bien hecho trabajo remunerado. Tampoco es correcto el proceder de aquellos establecimientos que se salvan merced a su calidad, pues reciben fondos del erario público a la vez que excluyen a un sector importante de la población. Por otro lado, el argumento de la libre elección de los padres es una opinión vergonzosa. Está sustentado en el hecho de que si todos los institutos que perciben dinero de los contribuyentes se guían por un manejo en términos pecuniarios más o menos uniforme, entonces se mezclarán niños que quieren aprender con otros que provendrían de hogares destruidos cuyos apoderados expresan la más mínima educación y que por ende sólo asistirían a la escuela a hacer desorden, constituyéndose en manzanas podridas. Un argumento que no resiste el mayor análisis. Sencillamente, quienes así piensan descansan en los eventuales valores que los muchachos traen de sus casas y no les interesa inculcar conocimientos útiles para el desarrollo personal y el espíritu crítico. Fuera de que se han suscitado situaciones de alumnos de locales subvencionados que sólo asisten a clases para jorobar a sus compañeros y a los profesores, y vaya uno a advertirle al encargado respectivo.

En términos individuales, debo aclarar que estoy en desacuerdo con ciertos artículos de la reforma, como el fin de la selección. Si uno de los propósitos de todos estos libelos es asegurar que los jóvenes de escasos recursos accedan a una educación especializada que esté de acuerdo con sus inquietudes personales, entonces es preciso distinguir las habilidades particulares ya en el inicio de la enseñanza secundaria (en la primaria no es tan necesario, en todo caso). Lo otro que es imprescindible revisar es el acuerdo al que el gobierno llegó con la iglesia católica, quizá porque los colegios dependientes de congregaciones o diocesanos se hallan entre los de aceptable calidad media, aunque con altos índices de segregación. Sin embargo, los sostenedores que alegan así como los políticos que los respaldan, lo hacen porque sienten que se les acabó la fiesta, y pretenden que los niños y adultos a quienes en muchas ocasiones mal educan se sumen su resaca.

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