domingo, 19 de enero de 2014

Mal Educar en Casa

Ha venido provocando cada vez más atención el llamado sistema "home school", o en español, educar en casa, donde los padres, de acuerdo a un pequeño protocolo acordado con las autoridades pertinentes, les enseñan a sus hijos los contenidos que éstos debieran aprender en la escuela, a la cual han decidido no enviarlos aduciendo que los establecimientos son de baja calidad, inculcan valores distintos a los planteados en el hogar o son un foco de agresión y de acoso en contra de sus mismos niños. La iniciativa, surgida en Estados Unidos, ya cuenta con una gran cantidad de seguidores en diferentes partes del mundo, en paralelo a la cada vez más ausente labor de los estamentos públicos en la educación, que se ha traducido en una depreciación sostenida de los maestros y de los recintos, no sólo los estatales. 

Partamos de la base de que, así como no se puede sustituir al médico de las labores de salud, tampoco se debe marginar al profesor de la educación de una determinada persona. Obrar de otra manera, al menos en relación con el primer ejemplo, equivale a valerse de curanderos o de toda clase de supercherías para intentar sanar a alguien. Dicho de distinto modo, es como aquellos padres que prefieren no suministrar vacunas o medicamentos a sus dependientes bajo el argumento de que se trata de inventos humanos llenos de químicos y sustancias artificiales, que por sus solo origen contradicen la voluntad divina. Traspasando estos razonamientos a la escolaridad, cabría preguntarse si los progenitores están lo suficientemente capacitados para entregar información cognoscitiva tan vital en la formación de sus hijos, más allá de que por una situación social cuenten con los derechos típicos que se desprenden de la crianza. Para comenzar, tenemos que ya este sistema abre con un sesgo de clase. Pues quienes son capaces de aplicarlo a carta cabal son los matrimonios de buena situación económica que disponen de una preparación profesional -incluso en términos de habilidades adquiridas con el propósito de formar una familia- no adecuada, sino bastante acabada, y de una buena situación económica que entre otras coyunturas les permita trabajar menos y en consecuencia tener más tiempo. 

Enseguida, esos mismos padres que han logrado desarrollar este método de educación continúan careciendo de idoneidad al momento de instruir a sus hijos. Sólo porque jamás contarán con las herramientas necesarias que tiene un experto en la materia, en este caso el docente. Podrán formar profesionales de calidad aceptable, lo cual no resulta extraño si tomamos en cuenta que los hijos de hogares con una adecuada cantidad de recursos monetarios tienden a repetir y a veces hasta a superar lo conseguido por sus progenitores. Sin embargo las habilidades más integrales, entre ellas algunas que son intrínsecas a toda clase de oficios, como la innovación y el atrevimiento, quedarán inhibidas o incluso anuladas. Al respecto, debemos recordar que la familia es una entidad que al menos en términos sociales posee un marcado cuño conservador, de donde se pueden adquirir las correctas intenciones paternales y maternales pero también sus peores prejuicios. Eso es además evidente en un sistema como la educación casera, creado, tanto en su estructura social, ideológica o estrictamente moral, en contraposición a la escuela, con claras intenciones clasistas disfrazadas de moralina religiosa hipócrita. El resultado de esta amalgama, en el educando, casi siempre es la intolerancia a la diversidad, se trate de sexual, política, racial o incluso social. Tanto por su desconocimiento final del exterior como por la manera en que recibió la instrucción. 

Si queremos, ni siquiera mejorar, sino cuando menos recuperar, la calidad de la educación, debemos poner énfasis en la escuela, que hasta ahora continúa siendo la fórmula más eficaz que existe, y no sustituirla por mecanismos oscuros que tras una llamativa vestidura -colocada por quienes cuentan con recursos para comprarla- esconden un propósito que es atentar contra la misma enseñanza. Toda vez que los rasgos del "home school" acercan a este sistema al proceder de las culturas más primitivas y aisladas, donde los clanes eran los encargados de impartir conocimientos muy elementales. El progreso de las civilizaciones siempre requirió de personas y establecimientos especializados, desde donde salía la cantidad suficiente de jóvenes que podía sostener a un determinado pueblo. Lo demás es retroceso, no provocado por las supercherías religiosas y adivinatorias, sino por un sistema monetario donde se enfatiza el ahorro en características puramente reaccionarias, con la finalidad de mantener en su puesto a los de siempre.

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