miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Otro Lucro Universitario

En medio de los análisis que concluyen que en Chile sobran profesionales universitarios y faltan técnicos, muchas autoridades felicitan a determinadas integrantes del Consejo de Rectores debido a que han decidido crear centros especializados, anexos a sus facultades más reconocibles, donde preparar este tipo de diplomados. Se tratará de recintos independientes -lo cual en la práctica significará que no tendrán contacto con el resto de los educandos- pero que contarán con el respaldo de su casa matriz, lo cual quedará testificado en un rincón del título o de los comprobantes que les entregarán a los alumnos tras cancelar la mensualidad. Allí entrarán los jóvenes de menores recursos que no alcanzaron la puntuación mínima ponderada o que no cuenten con el suficiente poder pecuniario para costear una carrera netamente superior. Incluso quienes tengan la suficiente habilidad y ánimo para cursarla, junto a quienes estará un sicólogo cuya tarea será mediatizar sus expectativas y ajustarlo a su realidad social, so pena de ser exonerado de esta instancia y todas las demás.

Cabe señalar que esta conducta no es nueva. Ni de parte de las "universidades" que forman parte del cartel de las veinticinco como de las inmobiliarias. De hecho, del primer grupo se puede citar al DUOC, antigua repartición de la Pontificia Católica -la más cara del país- y del segundo al Santo Tomás, dependiente del plantel homónimo. Sin embargo, en cualquier otra parte del mundo esta práctica sería vista con extrañeza e incredulidad. Pues, y atendiendo a la lógica de la educación, en el resto de las naciones la enseñanza técnico profesional es responsabilidad prácticamente exclusiva de los establecimientos secundarios, teniendo los superiores una tarea de asesoría o de intermediación entre ambos estamentos que garantice la capacidad de los egresados de ambos de comunicarse entre sí en su futura vida laboral, cuestión que es necesaria para que funcionen los dos engranajes en una relación de mutualidad y que uno no se sienta inferior o en una testera infranqueable frente al otro. Es decir, los rectores y los académicos no intervienen en un proceso que no les incumbe, entrando en escena sólo una vez que se ha efectuado el licenciamiento, con el fin de asegurarles a los titulados que no serán mirados con desprecio por sus similares universitarios, puesto que éstos no tienen valor alguno ante la ausencia de ellos.

En cambio, en Chile nos hallamos frente a un gran número de instituciones que se dicen universidades, que aprovechando los vacíos legales y sociales se apropian de un segmento educativo que no les pertenece, pero que les permitiría ingresar dineros extras a sus arcas, ya engordadas debido a los altos aranceles que cobran y a sus lazos de amistad con los más pudientes. Llevando, además, a miles de jóvenes a un ambiente donde serán considerados alumnos de segunda clase, dándoles la falsa sensación de conformar un plantel de enseñanza superior. A los muchachos se les impide desarrollarse en los secundarios, se les alarga de manera artificial su periodo de instrucción -a la media se le añade un estamento que aparenta ser profesional- y se les coloca frente a los "ganadores" lo cual acaba redundando en comparaciones odiosas. Si los rectores y académicos realmente se preocuparan por los chicos en lugar del lucro, entonces, como se acostumbra en el resto del mundo, acudirían a los liceos, pero no para remplazar a los profesores que diariamente efectúan un esfuerzo más que destacado allí -como varios pretenden valiéndose de ciertas reformas legales-, sino para contribuir de manera desinteresada a acortar la brecha que existe entre ambas locaciones, mediante charlas de asistencia voluntaria y actividades extra programáticas.

Pero todos sabemos que estos personajes detestan a los establecimientos primarios y secundarios y se sienten sobre un aura excepcional en el patético panorama de la educación chilena. Desde luego que mediante el subterfugio de que nos hallamos en presencia de recintos mediocres, argumentan que ellos son los únicos capaces de proveer las herramientas necesarias para una aceptable formación técnico profesional. Así consiguen un nuevo y suculento fajo de billetes que, de seguirse con el modelo que se usa en cualquier otro país, no sólo jamás verían sino que además los obligaría a desprenderse de una parte del tiempo y el dinero que ganan a raudales. Una iniciativa novedosa para mantener la segregación de alumnos de primera y de segunda clase, más sutil porque al fin y al cabo la gran mayoría recibe educación e incluso hasta pueden resultar ser vecinos. Que no obstante, sólo acabará creado una tercera clase de jóvenes: aquellos que por su situación económica ni siquiera podrán acceder a esta instancia técnico profesional, pues ya sabemos que nuestras "universidades" nunca dan algo gratis, sólo lo rebajan de precio en beneficio propio.

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