jueves, 15 de noviembre de 2012

Siervo de un Dios Violador

Si yo estoy en medio de un foro, y por esas casualidades de la vida porto una pistola cargada; y a un tipo se le ocurre decir que una mujer que ha sufrido un embarazo debe resignarse y alegrarse porque ésa es la voluntad de Dios, pues no lo pienso dos veces: en el acto acallo al malnacido dándole un tiro en la cabeza. No sólo por la enorme blasfemia que significa argüir que un ser en principio bueno es capaz de tolerar un acto tan deleznable como el abuso sexual, propio de los genocidios, los gobiernos tiránicos y los lugares donde el poderoso usufructúa del débil a su antojo y con total impunidad. Sino porque en estas palabras existe un manifiesto desprecio hacia las víctimas, lo cual aumenta la humillación padecida por éstas, que por cierto es bastante abismal.

Por fortuna, el congresista norteamericano que cometió este desatino al calor de un debate sobre el aborto se verá obligado a magullar dichas declaraciones en su hogar, pues perdió la reelección. Allí será consolado por una esposa fiel que de seguro piensa igual que él, no tanto porque comparta de manera consciente sus convicciones o los dos hayan sido formados en un ambiente conservador y de respeto a los valores tradicionales, sino debido a que así lo asegura su hombre, y a ella le corresponde callar y hacer eco de lo que afirme el guía familiar, que por algo ha pasado por un cargo público. Sin embargo, el hecho de que en esta ocasión fuesen los votantes quienes obraron de la manera correcta -no siempre ocurre así- en caso alguno debe derivar en una amnesia absoluta respecto del incidente. Ya que se trata de mucho más que la simple necedad de un reaccionario incapaz de observar, siquiera otear, más allá de su propia parcela. Puesto que junto a él existe todo un ejército dispuesto a imponer tales ideas, si no con argumentos sólidos, en su defecto a través de la presión política, económica, social, religiosa y por qué no agregarlo, militar, justamente porque cuentan con los mecanismos para ejercer tal predicamento. Y el hecho de que haya retrocedido algunos ápices no significa que esté reducida a la insignificancia ni menos que se halle en vías de extinción. Si en el futuro se dan las circunstancias, es probable que recupere su reciedumbre e incluso se haga más agresiva de lo que ha sido hasta ahora. Por lo demás es un fenómeno que se ha tornado constante en la historia de Estados Unidos.

Lo que se precisa es extraer lecciones de estos infortunios, con la finalidad de que no se repitan. Hay que dejar en claro que una declaración como la emitida por este ahora ex parlamentario constituye un pensamiento errado en la lógica del cristianismo. Para empezar, porque ofende -y por consiguiente ahuyenta- a prácticamente la mitad de la población, que pertenece al género femenino. Luego, porque se estipula que Dios intenta difundir su mensaje -amor y misericordia- mediante un acto tan aberrante como la violación. Lo cual redunda en una combinación de factores y en un inevitable círculo vicioso. De una parte no se le habla a las mujeres en la forma que ordena Cristo: acogedora, capaz de colocarse en la piel del otro, ausente de insultos y agresiones físicas o verbales. Y enseguida, se les inculca una doctrina que es falsa, alentando su alejamiento de la palabra de vida gracias  una sentencia que no es correcta pero que es dicha como si lo fuera y para colmo por alguien que posee un cierto grado de autoridad -terrenal y espiritual-. En definitiva, no puedo ni debo seguir el camino porque va contra mí y mi mismo ser, al admitir la presencia de los abusadores sexuales como garantía de divulgación y comprensión del evangelio.

Como ya se indicó, este parlamentario se pronunció al calor de un debate sobre el aborto. No es su postura sobre el particular lo que está en objeción aquí (más allá de los casos terapéuticos o de violación el aborto no debiera ser permitido), sino el modo en que se movió con el propósito de defender su postura, lo cual da a entender que carecía de argumentos contundentes. Pues, si lo que se busca es que la ciudadanía tome conciencia respecto de la interrupción del embarazo, ¿qué se saca en provecho insultando a las mujeres, más encima involucrando al Señor como cómplice de un delito tan execrable? Es como quienes pretenden llamar la atención sobre las agresiones de Israel hacia los palestinos acudiendo a la muletilla del antisemitismo. Sólo ocasionan eso que los mismos generales de ejército estadounidenses denominan "daño colateral", que a veces perjudica a un potencial defensor de la causa. Uno no es quien para juzgar las intenciones de este congresista, pero está claro que cometió un pecado y debe rendir cuentas. Ya lo hizo ante el pueblo, sin embargo aún le falta Dios.

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