domingo, 28 de diciembre de 2014

Soto y Ezzati

Menos de objetividad que de morbo y prensa amarilla -y vendida- hay en toda la parafernalia que ha rodeado este asunto del auto proclamado pastor Javier Soto. La Mesa Ampliada y el Consejo de Pastores -organismos que agrupan a la casi totalidad de las iglesias evangélicas- ya han aclarado que este individuo actúa a título personal y que ni siquiera existe registro de alguna congregación dirigida por él. Sin embargo, los medios de comunicación insisten en presentarlo como un muestreo de los cristianos reformados chilenos, muchos de los cuales por desgracia han pisado el palito, y a través de las redes sociales se han deshecho en elogios para este hombre, a quien consideran el paladín de la valentía que se ha atrevido a trabar la puerta del armario de los gay, incluso a riesgo de cárcel, mientras los integrantes de las instituciones recién mencionadas sólo estarían interesados en congraciarse con el poder político.

Los escupitajos que Javier Soto ha vertido contra los homosexuales no son muy distintos en contenido y finalidad a los que profirió el arzobispo Ricardo Ezzati en su homilía de Navidad, la que además fue transmitida por televisión. La gran diferencia es que el presidente de la Conferencia Episcopal usó ese tono edulcorado de voz grave tan característico de los curas, y que en una situación como esta les entrega un aire de autoridad que a la vez resulta lo suficientemente carismático para no transmitir intenciones represivas. Aparte de que se trata de una persona con vastos estudios de teología (católica, pero en fin...), que es el máximo regente de la iglesia romana local, la que en este país posee un alto grado de influencia. Factor este último que le permite contar con una habitación exclusiva desde donde puede emitir un discurso acompañado de instrumentos que permiten grabarlo, con la seguridad de que luego será difundido por los medios de comunicación. No es un sujeto falto de estudios, de palabras y rasgos faciales hoscos, que especialmente por eso se vea obligado a gritar lo que él considera la verdad en plena calle, o en los reducidos minutos que le otorgan en cuanto espacio lo invitan. Por lo mismo, cuando el sacerdote habla (otrosí, debido a su origen italiano, con un acento extranjero, algo que suele ser apreciado en Chile), en el peor de los casos ha ejercido su derecho a la libertad de expresión, y sólo cabe emitir la propia de manera pausada, respetuosa y con altura de miras. Jamás debe ser comparado con un fanático religioso cuyo único destino tiene que ser la casa de orates.

Hay una cosa que se llama discernimiento de espíritus. Qué va: capacidad de discernir a secas. Por supuesto que la cruzada de Javier Soto puede tener un fin honesto, incluso dentro de los parámetros del cristianismo evangélico. Pero es claro que el método utilizado por este predicador es errado y la prueba de ello es que está provocando más mal que bien. Es cierto que el mensaje de Jesús no terminó siendo muy masivo y que los seguidores honestos se cuentan por unos pocos millares. No obstante, cabe recordar que el Salvador siempre buscó la conversión de todos los seres humanos, y eso es algo que repetimos hasta el cansancio cuando nos topamos con alguien que se decide por el estudio antes que la evangelización. Los mismos que elogian a este pastor por atreverse a quedar como una voz solitaria en un desierto de incrédulos, son los que luego aseveran que la única prioridad es ganar almas y que quien se detiene por otros menesteres es un tibio que se transformará en vómito divino. La comparación con Juan tampoco resiste análisis. El Bautista se fue en contra de un poderoso de altos quilates y la evidencia de eso está en su final. Mucho mayor a unos dirigentes homosexuales o unos parlamentarios de una democracia representativa. En realidad, si quisiera pavonearse con perros peligrosos debería entonces abordar a esos magnates empresariales que está siendo acusados por evasión de impuestos, o que han protagonizado desastres ecológicos como el de Quintero. Más aún: sus actitudes pueden calificarse de sectarias, y los hermanos que lo defienden a rajatabla, con una similar falta de racionalidad, podrían ser acusados de marchar tras un determinado sujeto antes que el propio Cristo. Y en cualquier caso por sus frutos los conoceréis, y en tal sentido no es muy adecuado a la doctrina vanagloriarse de haber vaticinado una catástrofe natural como el incendio de Valparaíso o alegrarse porque el líder de los gay es internado por un accidente vascular, debido a su supuesta vinculación con un castigo divino producto de la inmoralidad (ni los profetas lo hicieron cuando vieron sus advertencias consumadas), cuando lo correcto es esperar la rectificación de tales personas y orar por ellos pese a no estar convertido cuando se hallan en un enredo difícil.

Personajes pintorescos como Javier Soto han existido de antaño. Un buen ejemplo es Hugo Muñoz, el llamado Profeta de Peñalolén, famoso por justificar con la Biblia la tenencia de seis mujeres y quien, por cierto, ha emitido discursos contra los gay igualmente furibundos. El apóstol Juan ya lo decía. Es preciso distinguir la cizaña del trigo y aislar a los falsos maestros, incluso a quienes aparecen con discursos coincidentes con la doctrina, al menos en los aspectos morales más vistosos. Así mismo, hay que contar con el tino para notar el momento en que un hermano se ha equivocado, y procurar que enmiende su error, ya que si persiste en él las consecuencias pueden ser catastróficas, como divisiones al interior de las iglesias y malas influencias en la sociedad. Si este predicador es un auténtico cristiano, antes de gritar sin ton ni son debiera preguntarse si es el Señor quien habla a través de él, como por lo demás asevera que debe ser el estado de un hombre de Dios.


                                                                  

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